venerdì 18 giugno 2010

VIAJE ADENTRO

Irse, irme...no pasaba por mi mente otra cosa. Ya desde pequenia se habìa sembrado en mì la semilla del viaje, y fui durante muchos anios preparando el equipaje. Tuve que aprender ya desde el inicio nuevos còdigos, nuevas mùsicas. Mi cerebro descubriò la flexibilidad que se destapa al usar un nuevo idioma. Y cuando me sentì lista me fui. Sentada en el aviòn no podìa pensar en nada, parecìa una simple espectadora.

Una vez dado el primer paso se rompe algo muy adentro. Se corta un segundo cordòn umbilical, y el viaje se convierte en combustible, agua, manjar.

Nunca he entendido las palabras de los que acusan el emprender la exploraciòn como si se tratara de una huìda o un lamento. Conocer y penetrar nuevos caminos no tiene nada que ver con escapar. Los verdaderos viajeros saben que huir es imposible...porque toda la tierra es casa. Desde el inicio ademàs la exploraciòn se nutre de lluvias regeneradoras, que a veces no son sòlo de agua, sino son como pequenias piedras que van despertando verdades. A veces duelen porque el "extranio" se descubre como reflejo, reflejo de defectos.

Quedò mi ciudad allà sola. Mi casa en la montania. Quedò mi enredo de sangres y quedò mi lengua. Quedò mi mundo lleno de contrastes. Quedò...QUEDò EN MI.

La experiencia de hablar fuerte y ser aparentemente aceptada, pero màs bien observada con precisas expectativas y estereotipos me volviò impenetrable, aunque no del todo. Pero de las millones de puertas que traje abiertas, algunas ahora tienen centinelas por amor a mì misma.

Quizà sì, me fui enojada, harta, dura y cansada. Quizà sì me costaba cada vez màs salir a la calle y encontrar inspiraciòn y respiro. Quizà ademàs me sentìa incompleta y enamorada de lo distante, eso que veneraba cada noche mientras me iba a dormir escuchando a De André. Pero ningùn enojo naciò de la nada, y tampoco fue nunca banal. La insatisfacciòn puede nacer por muchos motivos, y a veces es en realidad sòlo la necesidad de conocer la que nos impulsa a lanzarnos al vacìo.

Y cuando estuve aquì supe qué era esto. Supe que la partida era inminente. Supe que nunca habìa odiado el lugar de donde vine. Supe también que el viaje no se realizaba afuera y basta. Sustancialmente era interno. Y aquì mi pasado explotò con fuerza para unirse a mi presente y para anunciar el futuro mòvil que palpita delante de mi.

Ahora sé lo que significa la vejez de un continente, y sé lo que es otro màs joven y quizà màs efervescente. Sé lo que es idealizar, creer ciegamente en los inventos testarudos y juguetones de la mente. Sé lo que es el amor platònico, y yo amé un paìs desde mi ventana, desde sus sonidos y palabras. Lo amé a través de los ojos de los exploradores que venìan desde allà y contaban maravillas nostàlgicas, de ésas que saltan espontàneas cuando salimos del universo que hasta ese momento hemos construido.

Lejos de escapar y odiar, yéndome me acerco màs a lo que soy y quiero ser. Amo màs todo. Amo cada rincòn de la tierra, a pesar de no conocerla en toda su extensiòn.

Cada paso dado ha sido pincelada de sìmbolos, conceptos, llantos, risas. La verdadera desilusiòn es saber que aquì y allà los juicios apresurados y tremendos de los que no se han atrevido a explorarse siguen interrumpiendo el camino y haciendo ruido. La sed no es odio. La huìda jamàs lleva hacia adentro. La huìda es etiquetarlo todo fàcilmente y encadenar el lìmite del precipicio para no sentir siquiera el vértigo del descubrimiento.